Templo Mayor



Me es increíble pensar como a la mitad de una gran ciudad podemos encontrar un espacio dedicado a una de las civilizaciones más importante de todos los tiempos. Y es que la historia de los Aztecas y la Gran Tenochititlan, está mucho más cerca de lo que creemos.
Junto a la Catedral Metropolitana, encontramos el Templo Mayor, una de las zonas arqueológicas más importantes del país y que alberga piezas que tienen más de 2000 años.

El tema me es muy interesante y a pesar de que soy muy mala para la historia, tenía que visitar este gran museo para aclarar mis dudas. 






La primera parte del recorrido es la zona arqueológica, es muy interesante hasta que llegas a la parte techada. El toldo está muy bajo y estorboso. Algunas de las cédulas están lejos de la zona de la que se está hablando y me entristeció enormemente ver cómo había tanta basura en el área, y a pesar de la estricta revisión en la entrada, no han podido evitar las malas costumbres del visitante. 


Desgraciadamente por los diferentes niveles que presenta el recorrido, no es apto para silla de ruedas. Pero a unos metros del museo, encontré el acceso exclusivo con un elevador especial y rampas. Se pierden la zona arqueológica pero no el museo. 




El museo está dividido en 8 salas: Las primeras cuatro, están dedicadas al Dios de la Guerra Huitzilopotchli, las otras cuatro, a Tlaloc, la agricultura, y recursos naturales de los Mexicas. Eso lo sé debido a que lo leí en internet porque dentro del museo no existe un diseño museográfico sencillo que sea apto para explicarle a todo público.

La forma en como dividieron los tres niveles, no tiene principio ni fin. El acceso principal propone dos recorridos, "derecha" o "izquierda" porque cronológicamente, no tiene congruencia.
Es muy fácil confundir la historia, el tema y desgraciadamente la curaduría pierde sentido. Hay tantas piezas que es demasiada información y complica el entendimiento.

El montaje es variado debido a que hay piezas que están perfectamente montadas y hay otras que están en el olvido, descuidados, sin iluminación, sin cédula.
Existen muros obscuros y la iluminación artificial muy tenue, las piezas fácilmente se pierden y no se dejan apreciar como se merecen. Y es que a pesar de que tenemos una gran entrada de luz natural que entra por el enorme ventanal con vista a la catedral, el museo no cuenta con un buen diseño de iluminación. 

Una de las cosas que más me dolió fue ver ésta cédula. Se nota que hace mucho no hacen un recorrido. No hay nada más importante que los responsables estén al pendiente de los detalles del museo, porque son estos los que demuestran el respeto que le tienen al público y a la exposición.













También encontré esta vitrina que no entendí su función: Tiene varios niveles y muchas piezas encimadas que no permiten admirarlas individualmente  y por si fuera poco, tampoco tenía cédula. Recuerden que cuando un objeto no se entiende, aburre al público y no aprende nada.













Los vigilantes de sala estaban muy dispersos, de hecho muy desconectados de lo que pasa en las salas y totalmente ignorantes de lo que presenta el museo. Supongo será mejor idea ir cuando haya visitas guiadas por expertos.

El recorrido es pesado, (sobre todo por los diferentes niveles que tiene el museo) piensen muy bien cuando lleven a sus hijos porque puede durar más de dos horas.

Sin duda es una pena que teniendo piezas únicas que datan de mucho tiempo atrás y que representa lo que hoy somos como nación, se perciba descuidada. 

Como les comenté, en el museo existen dos formas de empezar el recorrido, yo tomé el camino de la derecha, en donde había un muro completo con cráneos que llamó más mi atención. Mientras caminaba hacía el, muy escondida se encuentra una vitrina que cuando me acerqué me llevé una sorpresa pues es el premio Nobel de Rigoberta Menchu que donó al pueblo de México. Había gente que creía que era falsa (Pues ¿qué haría ahí?) lo cual fue aún más triste porque un museo puede perder credibilidad. 

Junto al premio nobel, bajé las escaleras las cuales me llevarían a los sanitarios y justo ahí (escondido y arrumbado) vi la única actividad para niños. El rompecabezas del monolito de la diosa de la Luna Coyolxauhqui que fue hallado en el templo y que es sin duda una de las piezas más importantes del museo. 





Una de las cosas que más me gustó y tengo que felicitarlos, es su tienda. Había una cantidad variada de recuerdos para todo público y a muy buen precio.

De martes a domingo la entrada es libre para niños menores de 13 años, personas con discapacidad, estudiantes, maestros, personas de la tercera edad, jubilados y pensionados nacionales con credencial vigente. Si no cumples con ninguna de estas características, pagas $70 pesos. El domingo es entrada libre solo para el público nacional y si eres extranjero pagas $70 pesos siempre.

Espero no ofender al museo Templo Mayor, en realidad es que me gusta mucho. Las piezas son maravillosas y con mucho gusto me ofrezco como voluntaria para proponer y ayudar a proteger y mostrar la gran civilización que es un orgullo para México.




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